Doctrina Social de la Iglesia

ENCÍCLICAS SOCIALES

INTRODUCCIÓN

León XIII marcó el punto de partida, el 15 de Mayo de 1891, con la Encíclica “RERUM NOVARUM”, acerca de las “cosas nuevas” o “novedades”. Las Encíclicas Sociales van surgiendo como una respuesta de los Papas a situaciones muy concretas de cambios, que el mundo va experimentando, y que necesitan de una palabra orientadora de la Iglesia a la luz de la Palabra de Dios y la Tradición. Vamos a enumerar las Encíclicas Sociales según los fenómenos sociales que se van viviendo:

FENÓMENO SOCIO-POLÍTICO- CULTURALES QUE MOTIVAN LA D.S.I.

a) La industrialización: este hecho socio-cultural que fue positivo en cuanto respondía a las nuevas exigencias de una mayor y mejor producción; sin embargo, afecto la vida del hombre, sus relaciones laborales y sociales. Tres son los hechos que, según la DSI, afectan la vida económica: “la nueva estructura en la producción de bienes de consumo”, es decir, Capital y Trabajo que pertenece a sujetos distintos (empresario, trabajador) y es su bien para “comercializar”. La “nueva unidad productora” que es la Empresa, lo que provocará diversos problemas humanos y sociales: movilidad poblacional, cesantía, familias trabajadoras, sobrepoblación humana, etc.
Finalmente, la denominada “cuestión obrera”, es decir, un tipo de personas (los más) que cuentan con su trabajo como capital no equitativamente valorado lo que despierta la movilización social (lucha de clases), los efectos de la propiedad privada (sólo del que tiene los bienes) y la subestimación del trabajo (ley de la oferta y la demanda). En una rápida mirada nos percatamos que efectivamente detrás de todo este fenómeno social está el hombre, el débil.

b) La Socialización: entendida según Juan XXIII “como un progresivo multiplicarse de relaciones de convivencia, con diversas formas de vida y de actividad asociada, y como institucionalización jurídica ...”. Todo lo cual exige crear, por parte de la sociedad, mecanismos que permitan, resguarden y faciliten las relaciones sociales. La ciencia y la técnica, entre otros logros significativos, acercan a los hombres y los pueblos a través del desarrollo de las Comunicaciones sociales y el intercambio de bienes, servicios, valores y tecnología. El Estado, los Cuerpos Jurídicos y las Instituciones Intermedias de participación son los tres campos en que la sociedad moderna se está moviendo para favorecer este “progresivo multiplicarse de relaciones”. El Estado en su papel de regulador y equilibrio de las relaciones sociales e internacionales, cauce de la igualdad y participación de los ciudadanos; el cuerpo jurídico que asegure el respeto a las personas por la consideración de los Derechos Humanos, y preocupación por el desarrollo integral; finalmente, las Instituciones Intermedias que aseguren la participación en las decisiones, los beneficios y los servicios a la Comunidad.

c) El Desarrollo y Sub-Desarrollo: la Economía se ha convertido ya en la gran ciencia, a tal punto de crear nuevos fenómenos de orden socio-políticos y, hasta, una nueva forma de ver y juzgar la realidad, toda la realidad. Aparecen nuevos fenómenos socio-políticos: el Neocolonialismo de dependencia económica y los Bloques Económicos de los países Súperdesarrollados o Ricos y sub-desarrollados o pobres. El principio motivador de valor es “tener más para ser más. Se vive una escandalosa paradoja: los pueblos sub-desarrollados son quienes cuentan con mayores y variadas riquezas y recursos naturales aptos para la explotación, pero, que
a su vez, dependen y negocian con los países desarrollados reducidos en sus recursos naturales pero común gran despliegue tecnológico que les permite manipular el comercio en el mercado internacional y condicionar el intercambio de bienes y tecnología.

d) La Lógica de los Bloques Ideológicos: particularmente recoge este tema de los Bloques Ideológicos, “Solicitudo Rei Socialis y Centecimus Annus”, dado que ambos emergen en los momentos en que la vida internacional gira en torno al famoso “Grupo de los Diez” Estados más poderosos y ricos del mundo, a la crisis económica mundial por el tema del petróleo y la deuda externa y, finalmente, al desmoronamiento de uno de los Bloques, el Comunismo, identificado con la URSS. Junto a ellos las diversas Conferencias en pro de la limitación de las armas nucleares. Las razones de toda esta situación mundial son: la carrera armamentista, autonomía del poder económico del político, la persistencia de las desigualdades sociales, dominio de los pueblos pobres por el temor a la explosión demográfica.

CONTENIDO GENERALES DE LAS ENCICLICAS SOCIALES

A continuación presentamos en forma muy general el temario que cada una de las Encíclicas presenta, enfatizando aquello que será propio de cada una.

a)“RERUM NOVARUM”: León XIII, Mayo 15 de 1891

La Encíclica que defendió a los trabajadores

El 15 de mayo de 1891, el Papa León XIII lanzaba una encíclica con el nombre de “Rerum Novarum”. Ante la terrible explotación laboral de los obreros, la Iglesia no podía quedarse parada. Su respuesta fue un documento en donde explicaba cómo estaba la situación obrera, y defendiendo la justicia y a los trabajadores. La solución que daba, pasaba por que el Estado, la Iglesia, el trabajador y el empresario tenían que trabajar juntos. “La Carta Magna del Trabajo” tuvo una gran influencia

Una encíclica es una carta que dirige el Papa a obispos o fieles en donde expone la doctrina de la Iglesia en puntos concretos. Y una de las más importantes de la Historia es la que comienza con las palabras Rerum Novarum, lanzada por el Papa León XIII el 15 de mayo de 1891. ¿Dónde reside su importancia?

Antes de nada, situémonos en la época. Estamos en plena Revolución Industrial, lo que supuso un cambio brutal en la sociedad, sobre todo para los trabajadores. La cuestión obrera fue un drama muy doloroso debido a que la tecnología relegó al trabajador a la categoría de máquina. El más fuerte ganaba, a costa siempre del débil. Al final la clase trabajadora sufrió una explotación muy grande y claro, terminó protestando y creando malestar social.

La Iglesia no podía hacer oídos sordos ante unos derechos humanos que estaban siendo pisoteados. Al principio, su postura ante este problema se limitó sobre todo a las ayudas caritativas. Pero el Papa León XIII decidió mojarse con la encíclica Rerum novarum. Ya no se trataba sólo de caridad, sino de justicia. “Es inhumano abusar de los hombres, como si fueran cosas, para sacar provecho de ellos”, dice.

Este texto describe en 42 puntos en qué condiciones vivían los sufridos trabajadores, defiende el derecho a la propiedad privada y rebate las, para ellos falsas, teorías del socialismo (recordemos: sólo existe la clase trabajadora, un gobierno basado en la igualdad absoluta...).

¿Cuál es el remedio que propone el Papa? Dice que la Iglesia, el Estado, el empresario y el trabajador tienen que trabajar juntos. La Iglesia debe interesarse por los aspectos religiosos y morales; el Estado tiene que intervenir para que haya Justicia; y los trabajadores y empresarios deben organizar asociaciones que les protejan (sindicatos). Y todo esto lo expone la Encíclica con mucho detalle. Han dicho que es el mejor documento escrito sobre el tema.

En el contexto del cambio social que trae consigo el paso de una sociedad artesanal a una sociedad industrial, la Encíclica fija su atención en el hombre, en su condición del “obrero” y todo lo que dice relación con él. Presenta las soluciones o “remedios” que ofrece el socialismo; los critica, y enseguida presenta las soluciones que ofrece la Iglesia, los llama “remedios divinos” (las orientaciones y doctrina católica) y los “remedios humanos” (algunas recomendaciones prácticas).
Hace un recorrido por los siguientes asuntos: Capital y Trabajo, la Justicia y la Caridad, la Tarea del Estado y de los Empresarios y las Asociaciones Obreras.

b) “QUADRAGESSIMO ANNO”: Pio XI, Mayo 15 de 1931, Sobre la restauración del orden social y su perfeccionamiento de conformidad con la ley evangelizadora.

La ocasión de la encíclica fue, como es sabido, el 40 aniversario de la Rerum novarum. En la magna recepción celebrada el día 15 de mayo de 1931 en el patio de San Dámaso, el Papa anunció al mundo la inmediata aparición de esta encíclica, que, en efecto, fue publicada el día 23.
Cuando se publicó la encíclica Quadragesimo anno se había producido un notable cambio en las circunstancias sociales y económicas respecto a las que regían cuando se publicó la encíclica Rerum novarum. Tres eran los principales datos de ese cambio:

a) El mal padecido por la sociedad en 1891 era la lucha de clases, entendida como "pugnatio classium" y no como mera "disceptatio classium", esto es, entendida como lucha vital, agonal, no como mera contienda de intereses. En 1931, la lucha de clases no ha desaparecido aún -como desaparecerá de hecho a fin de la guerra 1939-45-; pero el mal ya no radica en ella, sino que se centra en la progresiva desintegración de la sociedad, mal mucho más vasto que el que representaba aquella lucha.
b) El régimen económico de 1891 estaba presidido por un capitalismo liberal de pequeñas unidades económicas, respecto al cual era pensable que pudiera funcionar con arreglo al "modelo". El régimen económico de 1931 era el capitalismo de los grandes monopolios, que representaban ya una forma de socialización -por supuesto, no estatificación-, al menos en el terreno social.

c) El socialismo de 1891 era una cosa, y el de 1931 otra distinta. Aquél era, sin distinción y substancialmente, materialista y antirreligioso; si existía alguna otra forma de socialismo, apenas si tenía peso sensible ni era conocida como tal. En 1931, como advierte el propio Pontífice, si bien la esencia del socialismo sigue siendo materialista y arreligiosa, hay muchos que se llaman socialistas sólo por precisar un conjunto de medidas económicas contra las que nada tiene que oponer la Iglesia; o, si son discutibles, no son materialistas ni exigen una actitud arreligiosa en medida distinta que el capitalismo.

Esta diferenciación de circunstancias preside del desarrollo de la encíclica. La primera diferencia apuntada es aludida expresamente en el cambio de tema abordado por la encíclica; éste es la cuestión social, en tanto que en la encíclica Rerum novarum el objeto era la cuestión obrera.

La tercera diferenciación también es recogida expresamente en los párrafos que el Pontífice dedica a la evolución del socialismo. La segunda, no aludida de modo explícito, constituye, sin embargo, la trama misma de la encíclica.

A estas diferencias, producidas en las circunstancias exteriores, se une un cambio en el horizonte contemplado: la Rerum novarum contempla las relaciones patrono-obrero en el interior de cada empresa; la Quadragesimo anno considera ya la complejidad de la vida económica nacional, que condiciona, más o menos severamente, las libres decisiones de aquéllos; por eso, en lo que respecta a las posibles soluciones, la encíclica Quadragesimo anno ofrece una visión orgánica del orden económico-social, que falta en la Rerum Novarum, dedicada más bien a apuntar correcciones concretas de instituciones singulares. Algún autor autorizado -el P. Nell Breuning- enlaza el programa positivo de la encíclica con la doctrina del solidarismo cristiano del P. Pesch, elaborado de uno de los esquemas científicos más cumplidos dentro del catolicismo social.

Es una prolongación y profundización de los temas abordados en la “Rerum Novarum”. Aparecen algunas novedades, como por ejemplo, una crítica fundamentada al Capitalismo, la Propiedad Privada, el Salario Justo y un cuestionamiento a las diversas formas de socialismo que comienzan a aparecer. Se observa en ella una mayor elaboración de la doctrina social, gracias a que se afianza la sociedad industrial y aparecen con mayor claridad sus beneficios y sus desventajas, particularmente, para los proletarios.

c) “MATER ET MAGISTRA”: Juan XXIII, Mayo 15 de 1961, Sobre el reciente desarrollo de la cuestión social a la luz de la Doctrina Cristiana

Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia católica fue fundada como tal por Jesucristo para que, en el transcurso de los siglos, encontraran su salvación, con la plenitud de una vida más excelente, todos cuantos habían de entrar en el seno de aquélla y recibir su abrazo. A esta Iglesia, columna y fundamente de la verdad, confió su divino fundador una doble misión, la de engendrar hijos para sí, y la de educarlos y dirigirlos, velando con maternal solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos, cuya superior dignidad miró siempre la Iglesia con el máximo respeto y defendió con la mayor vigilancia.

La doctrina de Cristo une, en efecto, la tierra con el cielo, ya que considera al hombre completo, alma y cuerpo, inteligencia y voluntad, y le ordena elevar su mente desde las condiciones transitorias de esta vida terrena hasta las alturas de la vida eterna, donde un día ha de gozar de felicidad y de paz imperecederas.
Estamos frente a un mundo que ha entrado, gracias a la ciencia y a la tecnología (la automatización), en un proceso de cambios acelerados que afecta a todo hombre y a todos los hombres y pueblos. Por lo tanto los problemas socio-políticos –económicos y culturales tienen proyecciones universales. Dado que todo se hace muy complejo en las relaciones sociales. Juan XXIII propone cosas novedosas: promover la iniciativa privada en la producción, el papel subsidiario del Estado y vigilancia en orden al bien común, la presencia y participación del obrero en las empresas, las condiciones para el salario justo. Tres preocupaciones resultan propias de esta Encíclica: las relaciones internacionales y la mutua dependencia de los pueblos, el desarrollo de la empresa agrícola y la preocupación por la explosión demográfica.

d) “PACEM IN TERRIS”: Juan XXIII, Abril 11 de 1963. Sobre la paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el amor y la libertad.

La paz en la tierra, suprema aspiración de toda la humanidad a través de la historia, es indudable que no puede establecerse ni consolidarse si no se respeta fielmente el orden establecido por Dios.

El progreso científico y los adelantos técnicos enseñan claramente que en los seres vivos y en las fuerzas de la naturaleza impera un orden maravilloso y que, al mismo tiempo, el hombre posee una intrínseca dignidad, por virtud de la cual puede descubrir ese orden y forjar los instrumentos adecuados para adueñarse de esas mismas fuerzas y ponerlas a su servicio.

Pero el progreso científico y los adelantos técnicos lo primero que demuestran es la grandeza infinita de Dios, creador del universo y del propio hombre. Dios hizo de la nada el universo, y en él derramó los tesoros de su sabiduría y de su bondad, por lo cual el salmista alaba a Dios en un pasaje con estas palabras: ¡Oh Yahvé, Señor nuestro, cuán admirable es tu nombre en toda la tierra!. Y en otro texto dice: ¡Cuántas son tus obras, oh Señor, cuán sabiamente ordenadas! De igual manera, Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, dotándole de inteligencia y libertad, y le constituyó señor del universo, como el mismo salmista declara con esta sentencia: Has hecho al hombre poco menor que los ángeles, 1e has coronado de gloria y de honor. Le diste el señorío sobre las obras de tus manos. Todo lo has puesto debajo de sus pies.

Podría decirse que esta Encíclica es nuestra Carta Fundamental de los Derechos Humanos y un Trato de Derecho Internacional, porque propone la ordenación de las relaciones civiles, la ordenación de las relaciones políticas, la ordenación de las relaciones internacionales y mundiales y fija algunos principios que orienten la participación de los cristianos en estos campos. Toda esta Carta Papal tiene su marco en la Paz y la Justicia en el mundo.

e) “POPULORUM PROGRESSIO”: Pablo VI, Marzo 26 de 1967. Sobre el desarrollo de los pueblos

El desarrollo de los pueblos -principalmente de los que ponen su empeño en liberarse del yugo del hambre, de la miseria, de las enfermedades endémicas, de la incultura; de los que ansían una participación más intensa en los frutos de la civilización, una más activa apreciación de sus humanas peculiaridades; y que, finalmente, se orientan con constante decisión hacia la meta de su pleno desarrollo-, este desarrollo de los pueblos -decimos- es observado con tanta atención como esperanza por la Iglesia misma.

Porque, en efecto, una vez terminado el Concilio Ecuménico Vaticano II, el renovar un concienzudo examen ha movido a la Iglesia a juzgar y valorar con más claridad lo que el Evangelio de Jesucristo demandaba, y creyó obligación suya el colaborar con todos los hombres para que éstos no sólo investigaran los problemas de esta gravísima cuestión, sino que se persuadieran de que, en esta hora decisiva en la historia de la humanidad, es necesaria urgentemente la acción solidaria de todos.

En continuidad con Juan XXIII, Pablo VI en esta Encíclica, ofrece una reflexión humanista de los diversos ámbitos que se relacionan con el Desarrollo del hombre y de los pueblos. El acuña algunas afirmaciones de gran profundidad y novedad: el Desarrollo autentico debe ser un “desarrollo integral del hombre”, la cooperación en el desarrollo entre los pueblos debe ser un “desarrollo solidario de la humanidad”, los bienes de la tierra deben tener un “destino universal”, la Propiedad Privada no debe ser un derecho incondicional y absoluto, el bien común exige a veces la expropiación, desarrollar los pueblos es desarrollar y capacitar a su gente, por último, critica asiduamente el consumismo (“lo superfluo”), los nacionalismos, el racismo y las diversas manifestaciones de imperialismo (económicos, culturales e ideológicos).

f) “OCTOGESSIMA ADVENIENS”: Pablo VI, Mayo 14 de1971. Sobre los nuevos problemas sociales

Carta Apostólica de sus Santidad el Papa Pablo VI al Señor Cardenal Mauricio Roy, Presidente del Consejo para los Seglares y de la Comisión Pontificia Justicia y Paz en ocasión del LXXX (80 años) Aniversario de la Encíclica Rerum Novarum

El LXXX aniversario de la publicación de la encíclica Rerum novarum , cuyo mensaje sigue inspirando la acción en favor de la justicia social, nos anima a continuar y ampliar las enseñanzas de nuestros predecesores para dar respuesta a las necesidades nuevas de un mundo en transformación. La Iglesia, en efecto, camina unida a la humanidad y se solidariza con su suerte en el seno de la historia. Anunciando la Buena Nueva de amor de Dios y de la salvación en Cristo a los hombres y mujeres, les ilumina en sus actividades a la luz del Evangelio y les ayuda de ese modo a corresponder al designio de amor de Dios y a realizar la plenitud de sus aspiraciones.

Los desafíos que enfrenta el cristiano en un mundo tan complejo, llevó al Papa Pablo VI a proponer algunas orientaciones que iluminen las diversas opciones del cristiano laico. Aparece en ella un listado de nuevos problemas en el mundo moderno: urbanización, la mujer, la discriminación, la emigración, la cesantía, el medio ambiente; una visión acerca de las diversas corrientes ideológicas (socialismo, liberalismo, seguridad nacional), el cristiano ante los nuevos problemas. Es esta Carta Apostólica un buen tratado y guía para la acción político-social del cristiano.

g) “LABOREM EXERCENS”: Juan Pablo II, Septiembre 14 de 1981. Sobre el trabajo Humano. En el 90 aniversario de la Rerum Novarum

La presente encíclica trata la concepción del hombre y del trabajo. El enfoque general responde a un análisis de la época moderna, misma en la que se han desarrollado con enorme profusión ensayos de carácter económico, social, histórico, teológico, antropológico, etc...., sobre el trabajo humano, sobrepasándose en muchas ocasiones, el concepto exacto del trabajo.

Con la Laboren Exercens la Iglesia va más al fondo, llega al corazón del concepto mismo del trabajo humano. En lugar de trazar un modelo ideal, Juan Pablo II ayuda a comprender lo que ha acontecido y sigue aconteciendo en la historia, de qué modo puede el hombre transformarse con su trabajo, hacerse más hombre”.

En este sentido, esta encíclica es un intento bastante acabado de ir al fondo de lo que es el trabajo, y de su importancia para el ser humano. Desarrolla la significación que tiene el trabajo como fuente de realización de la exigencia de felicidad que todos los hombres son. Lo anterior, abre la posibilidad de una realización plena de la condición que todos los seres humanos viven: la de trabajadores.

“Juan Pablo II reconstruye las certezas metafísicas tradicionales de la fe a partir del hombre, a partir de una reflexión profunda sobre lo que es el hombre. De la experiencia de la vida del hombre remonta a su esencia y hace de la antropología introducción y preámbulo de la fe. En otras palabras, la filosofía del hombre viene a ser el verdadero acceso a la filosofía del ser. De esta filosofía del hombre forma parte de modo esencial la filosofía del trabajo humano, que concierne a los terrenos de la experiencia humana, anteriormente apropiados por la filosofía marxista de la praxis”. (Rocco Buttiglione).

La civilización occidental se ha preocupado sobre todo de desarrollar el lado objetivo del trabajo para someter a la naturaleza y liberar al hombre de condiciones de vidas de gran pobreza y miseria. Ha logrado de modo extraordinario acrecentar el control del hombre sobre la naturaleza. Sin embargo, el lado subjetivo del trabajo ha sido totalmente descuidado.

El hombre ha elegido las formas de su cooperación en el trabajo y, por ende, su organización social en total independencia de la exigencia de asegurar el justo desarrollo de la persona humana en su trabajo. El resultado es que hoy nos hallamos infinitamente más seguros que en el pasado frente a las amenazas que provienen de la naturaleza (carestía, sequía, inundación, etc.), pero mil veces más inseguros ante las amenazas que nos vienen de los demás hombres o que surgen de nuestra propia intimidad personal (crisis económica, guerras, alienación, neurosis de las grandes concentraciones urbanas...). De hecho, no noshemos parado a pensar y proyectar nuestro trabajo de suerte que nos haga plenamente hombres.

He ahí la reflexión de su SS. Juan Pablo II, quien nos dice en esta encíclica: "El trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre”.

Como ninguna otra Encíclica, esta centra su reflexión en un tema definido, único y concreto: el Trabajo. Es de los temas más recurrente en la doctrina social de la Iglesia. Sus temas son: el Trabajo y el Hombre (sujeto y técnica), los conflictos sobre el Trabajo y Capital (visión crítica de las ideologías, al respecto), los derechos de los hombres del trabajo (obreros y empresarios), para terminar con la “Espiritualidad del Trabajo”. Hay que hacer notar que Juan Pablo II es el primer Papa que en sus encíclicas sociales dedica una reflexión especial de carácter teológico-espiritual acerca de los temas sociales. Esta Encíclica ofrece un tratado acerca del Trabajo, como síntesis de todo lo dicho anteriormente, en las diversos pronunciamientos pontificios.

h) “SOLICITUDO REI SOCIALIS”: Juan Pablo II, Diciembre 30 de 1987. Sobre la preocupación social de la Iglesia.

La preocupación social de la Iglesia, orientada al desarrollo auténtico del hombre y de la sociedad, que respete y promueva en toda su dimensión la persona humana, se ha expresado siempre de modo muy diverso. Uno de los medios destacados de intervención ha sido, en los últimos tiempos, el Magisterio de los Romanos Pontífices, que, a partir de la Encíclica Rerum Novarum de León XIII como punto de referencia, 1ha tratado frecuentemente la cuestión, haciendo coincidir a veces las fechas de publicación de los diversos documentos sociales con los aniversarios de aquel primer documento.

Los Sumos Pontífices no han dejado de iluminar con tales intervenciones aspectos también nuevos de la doctrina social de la Iglesia.

Esta Encíclica es un homenaje y una evaluación de la “Populorum Progressio”. Juan Pablo II hace una evaluación más bien crítica, indicando un cierto retroceso, respecto de las esperanzas y expectativa que tuvo Pablo VI del proceso de desarrollo en el que el mundo de entonces se movía. Hoy se han intensificado los problemas y se han agudizado las distancias y separaciones entre los pueblos e, incluso, al interior de los mismos países ricos. Retoma la idea de “desarrollo integral” para resaltar nuevos aspectos, como por ejemplo, decir que el desarrollo junto con tocar todos los aspectos del hombre, debería también afianzar al hombre en su dominio de lo creado y manejar los bienes con “vocación de inmortalidad”. Como en su anterior documento social, este Papa dedica un apartado que titula “una lectura teológica de los problemas modernos” en el que denuncia la existencia en el mundo las “estructuras sociales de pecado”, que se debe superar, sin eludir su complejidad “ni por pereza, miedo y encubrimiento, por complicidad solapada o por indiferencia,(tampoco) por la presunta imposibilidad de cambiar el mundo (o por) eludir la fatiga y el sacrificio, alegando supuestas razones de orden superior” (RP 16, SRS).

i) “CENTESIMUS ANNUS”: Juan Pablo II, Mayo 01 de 1991. Sobre la cuestión social en el Centenario de la Rerum Novarum.

La presente encíclica se sitúa en el marco de estas celebraciones para dar gracias a Dios, del cual «desciende todo don excelente y toda donación perfecta» ( St 1, 17), porque se ha valido de un documento, emanado hace ahora cien años por la Sede de Pedro, el cual había de dar tantos beneficios a la Iglesia y al mundo y difundir tanta luz. La conmemoración que aquí se hace se refiere a la encíclica leoniana y también a las encíclicas y demás escritos de mis predecesores, que han contribuido a hacerla actual y operante en el tiempo, constituyendo así la que iba a ser llamada «doctrina social», «enseñanza social» o también «magisterio social» de la Iglesia.

A la validez de tal enseñanza se refieren ya dos encíclicas que he publicado en los años de mi pontificado: la Laborem exercens sobre el trabajo humano, y la Sollicitudo rei socialis sobre los problemas actuales del desarrollo de los hombres y de los pueblos.
Este documento pontificio es también, un homenaje y una evaluación opuesta al día de la Encíclica “Rerum Novarum”. Dedica una especial preocupación a la caída de los regímenes opresores de corte comunista y a la crisis económica y moral que trae consigo el “capitalismo salvaje” y sus correspondientes ideologías. Vuelve a retomar el tema de la Propiedad Privada en función al bien universal de los bienes, habla de una nueva propiedad privada: El conocimiento, la técnica y el saber; y de un nuevo capital, el hombre. Una fuerte crítica al comunismo y la preocupación por la ecología. Promueve una nueva concepción de Cultura: de las naciones, del trabajo, de la solidaridad, de la vida, en contraposición a la cultura que engendra los sistemas ideológicos comunistas, capitalistas y nacionalistas. Finalmente la tarea subsidiaria del Estado de cara a una preocupación por el bien común y particularmente por los pobres.

j) “MULIERIS DIGNITATEM”: Juan Pablo II, Agosto 15 de 1988)

Juan Pablo II preparó esta carta en el contexto del Año Mariano (1987-1988), con un deseo muy concreto: ahondar en el tema de la dignidad y de la vocación de la mujer. Lo hizo a través del recurso continuo a pasajes de la Biblia y a textos del Concilio Vaticano II, especialmente de la Constitución pastoral “Gaudium et spes”.

“Mulieris dignitatem” está dividida en 9 capítulos o partes. El capítulo I introduce el documento y lo coloca en el contexto del Año mariano y del Sínodo de los obispos de 1987, dedicado a los laicos.

El capítulo II dirige su mirada a la Virgen María y prepara uno de los temas centrales de toda la carta: la importancia del servicio y de la donación como algo esencial para la vida de cada ser humano.

La idea vuelve en el capítulo III, que explica en qué sentido el hombre es “imagen y semejanza de Dios”, no sólo en cuanto ser racional, sino en cuanto existe en esa complementariedad que lo hace ser “hombre” y “mujer”. Como explica el Papa, el hombre, creado como hombre y mujer, no existe sólo como alguien que se “junta” o se “une” a quien es su complemento, sino que recibe la llamada a existir “el uno para el otro” precisamente en cuanto hombre y mujer (cf. n. 7).

La idea es explicada desde la mirada hacia el misterio de Dios y con la ayuda de “Gaudium et spes” n. 24: “El ser persona significa tender a su realización (el texto conciliar habla de ‘encontrar su propia plenitud’), cosa que no puede llevar a cabo si no es ‘en la entrega sincera de sí mismo a los demás’” (n. 7).

El tema mariano reaparece en el capítulo IV, que evoca el paralelismo entre Eva y María para comprender, por un lado, el drama del pecado, que tanto daña las relaciones entre el hombre y la mujer; y, por otro, la promesa de la llegada de un Salvador, que nacerá precisamente a través de una Mujer.

El Salvador, Jesucristo, es presentado en el capítulo V. Este capítulo expone y explica de un modo sumamente bello distintos pasajes evangélicos en los que podemos contemplar cómo el Señor trataba a las mujeres.

El capítulo VI expone la relación y diferencia que existe entre la maternidad y la virginidad, para ilustrar nuevamente la vocación al darse que es propio de cualquier estado de vida de la mujer y del varón.

La maternidad, explicaba Juan Pablo II, “ya desde el comienzo mismo, implica una apertura especial hacia la nueva persona; y éste es precisamente el ‘papel’ de la mujer. En dicha apertura, esto es, en el concebir y dar a luz al hijo, la mujer ‘se realiza en plenitud a través del don sincero de sí’” (n. 18).

Con ocasión del Año Mariano y en continuidad con la Encíclica acerca de Maria Virgen “Redemptoris Mater” de 1987. Recoge los diversos pronunciamientos de los Papas y del Concilio referente a la “dignidad y vocación de la Mujer”. El tema de la Mujer es tratado por el Papa en paralelos con Maria, Eva, la Iglesia que ayudan a ir desentrañando sus valores y características propias. La mujer tiene su aporte propio ante la sociedad “el cuidado del hombre, de lo humano”su ser y su misión se sintetizan en estas vocaciones: Esposa, Madre, Virgen, como expresión de la vocación al Amor. Ella es “la representación y arquetipo de todo el género humano”.